jueves, 24 de abril de 2014

Capítulo 18: El Vestuario

Caminando por el túnel hacía el vestuario, me extraño no escuchar las voces de mis compañeros. Nunca era el primero en llegar. Suelo llegar temprano a todos lados, no soy impaciente, no me importa tener que esperar. A veces secretamente deseo que el otro llegué tarde para poder terminar de leer la página de un libro o de escuchar una canción, pero cuando jugaba en River era distinto.


Llegar temprano significaba tener que charlar, socializar, pero sobretodo, y lo más molesto, tener que estar a prueba como si fuera un novato. Mis compañeros medían mis reacciones todo el tiempo: si aceptaba o no el mate, las facturas, si me gustaba la chica que había salido en la última página del diario y podía ser la novia o esposa de alguno de ellos, si estaba de acuerdo con lo que había dicho el Técnico o el Preparador Físico. “Y vos Iniesta, ¿Qué pensas?” me decían para sumarme a una conversación de la que no podía salir bien parado. Yo solía excusarme, decir que no sabía, pero no saber también era malo, porque era el idiota, el timorato que no tenía opinión formada sobre nada “¿No ves?, no sabe” “Dejalo”.

Si llegaba temprano al Estadio, me quedaba dando vueltas por ahí para hacer tiempo y siempre encontraba algún vecino que me decía “Eh Iniesta, ¿Estas perdido?”.

Extrañaba el vestuario del Barcelona. Para mí era como un templo, un lugar sagrado, un espacio que me daba paz y me servía para relajarme y motivarme. Olvidarme de los problemas que traía de la calle y sentirme parte de la historia que veía en las paredes, plagadas con fotos de jugadores que habían hecho época (Guardiola, Amor, Bakero, Rexach y tantos otros). La mayoría de ellos  también habían triunfado Brasil o en Argentina. Sentía una enorme necesidad de que mi foto estuviera allí junto a ellos algún día y que la viera el Iniesta de turno, de mantener el legado vivo.

Puede sonar soberbio, pero siempre había tenido la certeza de que iba a estar allí, me sentía predestinado, pero a partir de mi llegada en a la Argentina esa certeza comenzaba a desvanecerse. Mi cara iba desapareciendo del muro, de  la historia, se hacía cada vez más borrosa, como la familia de Michael Fox en la Foto de Volver al Futuro.

En River el vestuario en el mejor de los casos me resultaba ajeno, era un sordo agobiado por el pogo en un concierto de Heavy Metal.

Ese día llegué al Club 5 minutos antes de la hora acordaba,  la mayoría de mis compañeros debían estar adentro del vestuario, pero no lograba oírlos, de alguna manera, cuando fui atravesando el túnel oscuro y silencioso que conectaba el Estacionamiento con  el vestuario, sabía que algo malo pasaba.

Al entrar me di cuenta que el vestuario no estaba vacío. Gracias a Dios no me había equivocado de hora ni de lugar de entrenamiento. Los bolsos con ropa de todos mis compañeros poblaban el lugar, pero ellos no estaban allí, habían salido. Al fondo de todo, en un banco largo de madera sin respaldo, estaban sentados Mascherano y Cavenaghi, capitán y Subcapitán del equipo, ya cambiados para entrenar, casi pegados, apenas había entre ellos el espacio para que entrara una persona apretada.

“Iniesta, queríamos hablar con vos” dijo Mascherano, “Vení Iniestarano, sentate acá” ordenó Cavenaghi, que parecía más enojado que Mascherano, mucho más, con tono sarcástico,  golpeando el espacio que había entre ellos y corriéndose apenas un poco, para que entrara.

Me senté, mi torso que no era grande quedó comprimido, encorsetado, en medio de ambos, apenas podía respirar. Cada uno me tomaba de un hombro, y me hablaban casi al oído, con un susurro muy intenso, mientras movían el brazo libre como vendedores de autos.

“Vos viste que desde que llegaste nunca te dije nada, nunca me metí. Al principio no pegabas una, pero quería que te sintieras cómodo. Confiaba en vos, porque sos muy buen jugador, realmente, tenes muchas condiciones. Pero bueno, ahora creo que tenemos que hablar, porque veo que tenemos un problema. ¿Sabes de qué te hablo no?
Me quedé callado.
“Claro que sabe de que le hablas, pero se hace el tonto, como cuando yo estoy solo, pero él le pega al arco, para hacer SU gol”.
“El tema es que yo no soy un talentoso como vos, yo soy un laburante y la gente me juzga por como defiendo, por cuanto corro y por la cantidad de pelotas que recupero. Entonces si vengo corriendo a un delantero, se le va larga y vos te cruzas y agarras la pelota antes que yo, parece que la robaste vos y no yo, que hice todo el trabajo”
“Pero en verdad la robaste tú, no te preocupes”
“¡Claro que la robé yo!, Yo lo sé y vos también,  pero la mayoría de la gente ni mira el partido, lee el diario y dice “Iniesta recuperó 20 pelotas, 20, y Mascherano solo 5. Ya está viejo, ya no marca, ya no sirve, traigamos otro 5 de España”
“Pero el Mister”
“Olvidate del Mister, El Mister no sabe nada, nosotros somos los que estamos en el Campo del juego, ¿O queres llevarte bien con El Mister y mal con nosotros? Mira que nosotros somos los que te tenemos que dar la pelotita”.
“No te pedimos tanto, solo que seas un poco menos egoísta”
“Mira, si vengo corriendo al delantero, no te cruces, déjamelo a mí que yo se la voy a robar y después te la doy, dame un poco de espacio”
“Hay lugar para todos, Masche es el pulpo, vos el cerebro y yo el goleador. Ahora si pretendes robar, correr, dar el pase, hacer el gol y que nosotros te aplaudamos, viniste al lugar equivocado, no te va a ir bien, esto era un equipo antes que vos llegaras, salimos 3° el torneo pasado, no últimos, acá o nos lucimos todos o no se luce nadie”.
“¿Entendiste?”
“Ehhhhh, Si, entendí, perdonen chicos, no sabía que los estaba perjudicando”.
“No te preocupes, por eso te decimos, acá cada uno tiene su quintita, la idea es ayudarnos y que podamos comer todos”.

Mascherano fue entonces hacía la puerta del vestuario que conectaba con el campo de juego, la abrió y dio un fuerte alarido. No sé si decía algo o simplemente era un sonido, como quién llama a un perro que juega en el patio porque es la hora de la comida, pero el resto del equipo comenzó a entrar para terminar de cambiarse. Todos me miraban, curiosos de que siga vivo, mientras Cavenaghi, que no había dado por finalizada la conversación, me seguía explicando cual era la mejor forma de pasarle el balón cuando estaba solo y según él siempre estaba solo, aunque no pareciera.

8 comentarios:

  1. De vuelta Cavenaghi, de vuelta Mascherano, para mi son los que intentan mantener a ralla a Iniesta con los intereses corporativos, del sistema. Son Moyano y Barrionuevo, los delegados sindicales corruptos que traicionan a sus bases y solo piensan en ellos mismos. Y entonces sigo preguntando lo mismo ¿Qué va a hacer Iniesta? ¿Revelarse y honrar la memoría de su padre? ¿O transar con Moyano y Barrionuevo, ponerse la Pechera verde y traicionar sus ideales proletarios? Esto ya no es Iniesta, esto es Hamlet. Se vienen tiempos interesantes.

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    1. jajaja, Me gustaría que haya también un Ubaldini, un Ermiño Iglesias

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    2. Ubaldini podría ser Pep Guardiola o el amigo español de Marcelo, pero todavía no esta tan claro. Luego te digo.

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  2. Para Corita drogona, es un ligro de FUTBOOOOOOOOOL!

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  3. Igual buena onda, me copan tus comentarios

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  4. Para mí, los comentarios de Corita, Marcelo, José Jozami, y casi todos los otros (excepto los míos) son parte de la historia también.
    Los leo como parte de la obra, parte del juego del mismo autor/a. Pero el autor o la autora no son ni el uno ni el otro...
    Me gusta mucho!

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