viernes, 4 de abril de 2014

Capítulo 10: Victoria's Secret

Nunca me fui fanática de los Españoles, cuando mis compañeras de colegio suspiraban por Alejandro Sanz a mi no me movía ni un pelo. 

Ese tono, dulce, suave, meloso, a mí me empalaga. No soy romántica, al contrario. Prefiero los hombres que me gritan en el oído a los que me suspiran,  los que me ordenan antes que los que me suplican. 






Los españoles además son chiquitos, flaquitos, tienen cuerpo de ciclista. Alguno bueno hay, seguro, Joaquín Cortés, Bardem, algún morochazo que parezca peligroso, algún Andaluz pendenciero, pero no es mi nacionalidad favorita, no sé si me entienden. 

Tampoco me desvelan los futbolistas, los admiro y quiero conocerlos, pero para el sexo no es mi profesión favorita. Los futbolistas son como los chicos que bailan bien, tienen algo sospechoso, algo poco atractivo, algo incluso femenino. Yo me acuesto con ellos para seguir bailando, para tenerlos de amigos, para pertenecer, pero si pudiera bailar sin acostarme, bueno, sería perfecto. 

El Fútbol me gusta desde que nací. Mi papá, el gran amor de mi vida, no tuvo hijos varones, así que desde chiquita me sentaba a su lado y mirábamos los partidos. 

Me acuerdo por ejemplo del mundial del 94’. Tenía 6 o 7 años, y fue la primera vez que me enamoré. 
Thomas Brolin se llamaba. Era el capitán y la figura de su país, era muy talentoso, era El Maradona Sueco. Rubio, grandote, corpulento, casi un Dios Nórdico, un Thor pero con una pelota de fútbol en lugar de un martillo. 

Thomas Brolin era gordo, eso también me gustaba. Siempre me gustaron los gordos, los gordos macizos, no los flácidos tipo Marcelo, no sé muy bien porque. Hoy me gusta tenerlos encima algo transpirados, pero en ese entonces ni siquiera sabía lo que era el sexo, solo sabía que me gustaba como se le marcaba la camiseta en la pancita. 

Thomas Brolin me volvía loca, pensaba todo el día en él, a veces reunía a las muñecas para tomar el té, solo para contarles que era mi marido. “Que suerte que tuviste” me decían las muñeca, “Mirale esos ojos celestes enormes, esa pinta de Vikingo”, “Que envidia”. Un GI JOE manco de mi primo, el único hombre de la reunión, me pedía que si alguna vez podía le pidiera una camiseta autografiada para él.

Thomas Brolin, todavía tengo su poster en mi pieza, no sé ni de donde lo saqué, no era tan popular en la Argentina. Me acuerdo que durante años, cuando en verano íbamos a la playa y abríamos el diario en la sección deportiva para ver cuáles iban a ser los refuerzos de River esa temporada, siempre soñaba con que mi papá dijera “Y parece que van a hacer una oferta por Thomas Brolin”, pero no, vinieron Zidane, Figo, Raúl y muchos otros, pero nunca él. Le hubiera quedado tan bien la banda roja marcándole los rollitos.

Iniesta era lo contrario a Thomas Brolin.  Iniesta era pequeño, desgarbado, chiquitito. Era un osito de peluche para poner encima de la mesita de luz, pero yo no tenía mesita de luz. 

En la cama Iniesta era bastante aburrido, muy educado, jamás me sacudió, jamás me tiró del pelo, jamás me pellizcó. Hablaba muy poco, jadeaba eso sí y hacía sonidos raros, bruscos pero cortos. No estaba mal dotado, su pene no era descomunal, pero medía casi 20 cm, lástima que lo usaba como pidiendo permiso.

Iniesta no era precoz, duraba bastante, 15-20 min, el primer polvo, segundo casi nunca había. El nunca me lo decía, pero creo que quería cuidar las piernas, era demasiado profesional. Un día yo había quedado excitada y le empecé a acariciar la pierna, como pidiéndole un poco más. Me sugirió que sí, pero que vaya yo arriba, así él no se desgastaba tanto. No me gusta ir arriba, arriba va el hombre. Le dije que lo dejábamos para otro día.

De todos modos Iniesta no era mal amante, yo lo despreciaba un poco, pero porque estaba enamorado. Así somos las mujeres, sépanlo. 

Si bien se moría por mí, Iniesta no me hacía grandes regalados, era módico, austero, tímido hasta para eso. No es que me importarán demasiado los regalos. Yo no salía con los jugadores de fútbol por la plata, no era como las otras chicas, como las promotoras, yo no necesitaba nada, mi familia tenía una muy buen pasar, pero me gustaba que me regalaran cosas. 

Me gustaba mostrar los relojes y las joyas que me habían obsequiado. No lo hacía por eso, como tampoco nadie va a cazar para por la cabeza del ciervo, pero que lindo exhibirla sobre la chimenea.

Me gustaba mostrar las joyas y los relojes que me habían regalado, me gustaba que las otras mujeres me enviaran y se preguntaran “¿Cómo hace?”. Me gustaba que si nos peleábamos, después de tantos regalos mis ex novios se sintieran unos tarados.

¿Hacía mal?

6 comentarios:

  1. Uy esta puta lo va a destruir a Iniesta loco jajaja

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  2. Por favor acaba con esto. Tu crees que engañas a alguien? todo mentira, no hay ninguna historia de Iniesta en Argentina

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    1. Ja! Me encanta...
      Pedrito, si me permitís, este blog relata una ficción. En particular, una ucronía. Es una historia inventada, pero como cualquier historia, el relator/narrador, la cuenta como si fuera verdad.
      Un abrazo grande!

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    2. Gracias Santiago, ahora googleo ucronía igual, saludos!

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    3. De la Wikipedia:

      La ucronía es un género literario que también podría denominarse novela histórica alternativa, y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad (por ejemplo: los vencidos de determinada guerra serían los vencedores, o tal o cual rey continuó reinando durante mucho tiempo porque no murió fruto de las heridas recibidas).

      La ucronía especula sobre realidades alternativas ficticias, en las cuales los hechos se han desarrollado de diferente forma de como los conocemos. Esa línea histórica se desarrolla a partir de un evento histórico extensamente conocido, significativo, y/o relevante, en el ámbito universal o regional. Ese momento o acontecimiento común que separa a la realidad histórica conocida de la realidad ucrónica, se llama punto Jonbar. [...]

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    4. Ahí va, es justo lo que quise hacer, gracias, no hubiera encontrado la definición nunca

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