martes, 8 de abril de 2014

Capítulo 11: Pizza, Birra y Messi

Me tiré en el sillón frente al ventanal del Living a comer las facturas que recién había comprado. Cada tanto tomaba un sorbo de leche Cindor y volvía  a dejar el envase en el piso, sobre varios folletos de acompañantes femeninas que me habían dado en mi recorrida por el barrio, para que no manchara el parquet.



A través del vidrio veía Puerto Madero, el barrio más nuevo y caro de Buenos Aires. Lleno de rascacielos, de restaurantes costosos, de las oficinas de las empresas más importantes, Puerto Madero era una especie de Dubai Tercermundista.

Se decía que de noche se transforma en un pueblo fantasma. Que sus edificios habían sido construidos solo para lavar dinero y nadie habitaba en ellos, pero lo cierto es que muchos jugadores y estrellas del jet set Argentino vivían allí.

Los políticos, en cambio, trataban de evitarlo. Les atraía el lujo de sus edificios, los servicios comunes, la seguridad, de alguna forma el aislamiento, pero vivir allí los descalificaba por completo para su profesión, los mostraba poco genuinos, alejados del pueblo.

Ellos preferían edificios como el mío, como La Torre, un pedazo de Puerto Madero puesto en un lugar más folclórico, menos artificial.

Detrás de Puerto Madero se veía el Río de la Plata, que por el tamaño parecía un Mar, un Mar Dulce, como dijo el primer Español que lo conoció. Detrás del Río, los días de buena visibilidad, se podía observar lo que era la Costa de Uruguaya, otro lugar muy frecuentado por los famosos Argentinos.

Mientras las migas se acumulaban en el diario que usaba de mantel, mis ojos se cerraban. El sol me arropaba y estaba cansado, todavía no superaba el jetlag, ni el dolor por haber jugado sin mis plantillas. Varias veces me quedé dormido, pero siempre mi madre me despertaba. Me llamó por teléfono fácil 4 o 5 veces. Cortaba y a los 15 minutos recordaba algo que se había olvidado y quizás fuera importante, aunque nunca lo era.

Se notaba nerviosa, inquieta, angustiada. Sabía que había jugado mal en mi debut, los medios españoles seguramente se habían hecho eco de aquello, pero se contenía para no hablar del tema. Le preocupaba que yo estuviera preocupado y a mí me preocupaba que ella se preocupara por mi preocupación.

Ambos nos esforzabamos en sonar casuales. Podía ver a mis tías, que “me mandaban saludos”, sentadas a su alrededor, pidiéndole que me hiciera preguntas más directas, y a ella tapando el teléfono y rogándoles que les tuvieran paciencia.

Fue una tortura, hasta que por fin los llamados cesaron. Creo que se fue a mirar la novela o a dormir la siesta, cosas que mi madre no abandonaba jamás, pasara lo que pasara.

Volví a quedarme dormido por 1 o 2 horas y de repente me desperté sobresaltado. Alguien que no conocía  con un golpe movió la silla donde tenía recostadas mis piernas y comenzó a patearme suavemente. Luego, tomó el diario deportivo que estaba abierto en mi regazo y lo tiró al piso esparciéndolo por completo, al igual junto a las migas que tenía encima “No leas esta porquería, te va a pudrir la cabeza”.

Y entonces lo reconocí, era Iraoz, venía acompañado con Marcelo, que estaba cerrando la puerta. Yo no les había dado la llave, no sabía cómo habían entrado. Iraioz tomó el paquete de facturas de de mi pecho, agarró una y le ofreció la última a Marcelo, que aceptó gustoso.

Sin decirme nada los dos comenzaron a recorrer el living, dejando el rastro de migas de las facturas que estaban devorando. El departamento estaba casi vacío, pero ellos lo recorrían lentamente, observando cada pared con detenimiento, como si se estuvieran en una exposición de arte y miraran cuadros.

Iraioz terminó de comer y se sacudió las manos, tirando al piso los no menos de 100 g de azúcar del churro que acababa de deglutir. “No almorzamos” dijo excusándose cuando vio a mis ojos seguían el rastro de partículas que caían de sus manos.

Las 3 de la tarde era muy temprano para Iraioz y Marcelo, ellos almorzaban mucho después, sobretodo los domingos. Se notaba que venían sin dormir, de un sábado duro. Iraioz vestía un pantalón de jean chupin, la clásica remera ajustada fluo, cuello en V con leyenda italiana, un hibrido entre zapato y zapatillas negro y una chaqueta de cuero del mismo color que había abandonado en el piso, sofocado por la losa radiante. El pelo corto con gel, una barba pequeña de diseño, un rosario de madera, una muñequera de oro y la cinta del vip que todavía no se había arrancado, completaban su look. Marcelo en el mismo estilo, iba más sobrio, la ropa no le marcaba el cuerpo, sino más bien trataba de esconderlo, tenía aureolas de transpiración, siempre las tenía, aún en invierno y su ropa, como la de Iraoz, olía a una mezcla de tabaco con perfume importado y aceite de fast food, con trazas de suavizante.

“Lindo depto, se parece al mío” dijo Iraoz, “Al mío también” agregó Marcelo casi de inmediato. Y si, se parecían. El mismo piso de madera, los mismos muebles de melanina blanca enchapada, la misma decoración minimalista.  Los colores claros, para ganar espacio, el cuadro tríptico, la lámpara telescópica, el LCD, el balcón, los grandes ventanales, todo era igual.

 “¿Y cómo te trata la Argentina Andrés?” me preguntó Iraoz, quería responderle que bien, como él esperaba, que las mujeres eran increíbles, que la comida era muy sabrosa, que en las calles la gente era muy amable, pero toda mi experiencia argentina se resumía a aquel mal partido. Me quedé callado, pensativo, no quería que mi respuesta lo decepcionara.

“Todavía estas pensando en el partido. Ya fue ¿Ves por qué no hay que leer los diarios? Son peores que las minas, te queman la cabeza”. “Es tu primer partido, además con el contrato que firmaste ya estas salvado, no te hagas drama”.

Quizas Iraioz tenía razón, quizás tenía que relajarme y no preocuparme tanto. Quizás ya había triunfado, quizás ya había “llegado” y todo lo que viniera ahora fuera extra. Quizás por más que fracasara en el fútbol argentino ya lo había “logrado”. Es decir, cualquier amigo mío en España hubiera dado lo que fuera por ser Iraoz, por ser joven y tener la vida económicamente asegurada, por vivir de un pasatiempo, por su éxito las mujeres.

Una vida despreocupada, glamorosa, sin stress, para siempre. Dios le había dado un pase libre para ser Peter Pan por tiempo ilimitado. Muchos hubieran matado por eso, lo que para mí era un fracaso.

Yo quería el paquete completo, quería todo eso, que ya lo tenía y la gloria deportiva. Quería triunfar en el Fútbol Argentina, como Guardiola, como Raúl, como Messi.

No quería despreocuparme por completo como Iraoz, dejarme estar, caer en la apatía, pero tampoco quería presionarme demasiado, vivir obsesionado, eso menos aún me iba a ayudar.

De alguna forma tenía un método probado, que me había llevado hasta ahí, que me había servido para llegar a primera división en España, para ganarme un lugar como titular, para llegar a la selección, para ser figura y para ahora estar jugando en Argentina. Yo sabía que el método funcionaba, tenía confianza en eso. El método incluía desde formas de entrenamientos y de descanso, hasta las plantillas, las forma de vendarme los pies antes de jugar y por supuesto mi alimentación.

Desde que me había hecho vegetariano mi rendimiento físico había crecido enormemente. Era difícil llevar esa dieta en España, y no dejarse tentar por los jamones y los chorizos, pero yo lo había logrado con mucha disciplina, siendo meticuloso, obsesivo, cambiando las proteínas de las carnes por las de la soja y las lentejas.

“Déjense de hablar pavadas y pidamos algo para comer, que me muero de hambre” dijo Marcelo, tratando de terminar con esa conversación escabrosa. “Yo estoy para una pizza" agregó Iraioz, “Bueno” dije yo para que los 2 dejaran de mirarme, “¿De panceta les va?”, “A mí no, soy vegetariano”, “¿Un compatriota mío que no come carne?, hay que hacerte un ADN”, “Pidamos una de panceta y una común”, “Y unas cervezas”, “Para mi Coca Light”. Iraioz sacudía su cabeza entre escéptico e indignado.

Nos tiramos en el piso a comer las pizzas y a mirar la tele. Marcelo se puso en el medio, la pizza de muzzarella y la Coca Light entre él y yo, la de panceta y la cerveza entre él y Iraoz.

No teníamos platos ni cubiertos, bebíamos usando unos vasos de plástico blanco que nos había traído el repartidor, la pizza la comíamos con la mano, usando  servilletas descartables, y cuando estas se acabaron, pedazos de cartón que arrancábamos de las cajas.

En realidad yo ni siquiera hubiera pedido pizza, sabía que no era bueno para mi rendimiento comer hidratos de carbono luego del mediodía, me lo decía la ciencia y la experiencia, pero no quería discutir y quedar como un loco. Además era domingo, día de descanso, podía darme algún un pequeño permiso.

Los envases de las bebidas, transpiraban, dejando aureolas en el parquet. Marcelo e Iraioz tiraban las servilletas apuntando a las cajas, pero no siempre embocaban y estas quedaban rodando llenas de aceite por el piso. Yo trataba de que no me importara, de relajarme, pero no podía dejar de verlo. A veces me estiraba para agarrar alguna servilleta que andaba por ahí y ponerla en la caja nuevamente.

En la tele daban el partido de Newells, jugaba Messi.

Era asombroso lo que hacia Lionel. Si bien era el primero en notar sus defectos personales, su egoísmo, su mezquindad, su inmadurez, no podía dejar de disfrutar lo que hacía en la cancha. Aunque en cierto sentido era mi Némesis, no podía evitar admirarlo.  Negar a Messi hubiera sido como negar el fútbol, y el fútbol era mi forma de vida. Lo odiaba y lo amaba, quería imitarlo y me era imposible. De alguna manera yo era un Salieri de Messi.

Newells era el complemento ideal para Messi, el hueco perfecto para esa ficha a encastrar. Los otros 10 jugadores se encargaban de defender y Messi de atacar. A veces parecía imposible que alguien les pudiera hacer un gol, pero también parecía imposible que ellos hicieran un gol sin Messi.

Heinze, y Samuel, que también eran titulares en la exitosa selección argentina, conformaban una zaga central granítica, impasable y con gran juego aéreo en ambas áreas. Bernardi se sumaba a ellos desde el mediocampo para formar un triangulo, que como el de las Bermudas, pocos se animaban a transitar si querían salir vivos.

Al lado de Bernardi, sin tantas responsabilidades defensivas, se ubicaba Banega, completando el doble cinco, con su exquisito pie, dándole siempre una salida clara al balón. Más adelante Belluschi y Maxi Rodriguez jugaban con Messi y lo hacían jugar. Incluso había blasfemos que decían que Messi era Messi gracias a ellos, y remarcaban que  Belluschi, Maxi Rodriguez y Banega (que también se sumaba al ataque) seguían siendo los mismos en la Selección Argentina, pero Messi no era el mismo con España, cuando jugaba con nosotros.

Arriba Scoco se sacrificaba por el equipo, fajándose con los centrales, arrastrando marcas,  tirando diagonales, surcos, que luego Lionel inundaba con su talento. La gente lo resistía, porque hacía pocos goles, pero su trabajo era más bien no lucirse.

Del otro lado de la línea, completaba al equipo el DT, José Mourinho. Mou, como le decía la afición, era un Portuges que había llegado hacía más de 1 década al fútbol Argentino, pero no como técnico, sino como traductor de Felipe Scolari, Felipao un entrenador Brasilero Campeón del Mundo, y poco a poco había escalado todos los peldaños necesarios para convertirse en el técnico de uno de los mayores candidatos al título, junto con El Boca de Cristiano Ronaldo.

Mourinho era un técnico pragmático, al que era muy difícil asociarlo con una filosofía o línea de juego definida. En Newells era extremadamente defensivo, porque sabía que no tenía que arriesgar demasiado teniendo a Messi en el equipo para ganar un partido.

En lo motivacional Mou era un maestro. Conseguía sacar lo mejor de cada jugador a nivel individual y al mismo tiempo mantenerlo consustanciado con los objetivos del grupo. Lograba que el plantel se mantuviera unido, luchando por alcanzar sus metas, solidario contra todos los enemigos externos que existieran o él inventara a medida.

El enemigo externo podía ser cualquiera que no perteneciera al plantel: árbitros, técnicos, jugadores, dirigentes contrarios o de su propio equipo, periodistas. Mou arremetía contra ellos en largas conferencias de prensas, con más intensidad y persistencia cuanto más baja viera que era la moral  de su propia tropa.

Estas técnicas de motivación de Mou eran la cereza del postre para un grupo de veteranos, ya de por sí muy profesionales, que habían crecido y amaban el club y subscribían a sus valores. Newells más que un equipo a veces parecía un ejército espartano, con una disciplina férrea y una moral invencible.

Durante los partidos Mourinho se la pasaba corriendo paralelo a la línea lateral, delante del banco, de un lado para el otro. Saltando, moviendo los brazos, gritando. Se sobresaltaba especialmente cuando a Messi le hacían alguna falta o este se caía y no cobraban nada, cosa que pasaba muy a menudo. Presionaba a los árbitros, a los rivales, pero sobretodo liberaba a Lionel del trabajo sucio de la protesta, del lloriqueo. Mourinho era el Mr Hyde de Messi, gracias a Mou, Messi podía seguir siendo a la vista de todos ese niño bueno, que solo quería jugar al fútbol, y no tenía entreverarse en quejas, insultos, discusiones.

10 minutos del primer tiempo, y Newells ya ganaba 1 a 0. Era improbable que Ferro pudiera siquiera empatar. Los goles siguieron llegando. Messi, Messi, Messi.  Newells era un equipo implacable. Ferro deambulaba por la cancha sin ofrecer resistencia, suplicando que se termine el partido, pero Messi lejos de tener piedad, aprovechaba cada oportunidad que tenía para hacer un nuevo gol que sumara en su carrera personal contra Cristiano Ronaldo por ser goleador del Campeonato.

Mou mientras tanto, casi entrando a la cancha, pedía amarillas y rojas por faltas a veces inexistentes, se sobresaltaba, parecía al borde del infarto, como si la ruleta estuviera frenándose y él hubiera apostado toda su fortuna.

Terminó el partido. Messi  era entrevistado como la figura de la cancha. Detrás de su parsimonia, de su supuesta timidez, de su sorprendente modestia, yo sentía que me hablaba a mí, mirándome a los ojos y se burlaba, mostrándome que fácil era hacer todo lo que yo no podía haber hecho el día anterior.

Era el producto ideal para los chicos, era el talento y los buenos modales, era la canción infantil que nos hacía bailar enseñándonos a ser mejores personas, pero en mi mente no era eso, yo escuchaba el estribillo al revés, descubría el mensaje subliminal, satánico, ahí donde los otros pensaban que solo podía haber bondad y belleza. Claro que no podía mostrárselo al mundo, porque iban a pensar que estaba loco, solo una derrota podía desenmascararlo.

“Que bien que juega este chaval” dijo Iraoz, “Y encima parece buen tipo” le respondió Marcelo, ¿No Iniesta?”.

12 comentarios:

  1. Y que queres que te diga, a mi Messi también me parece medio raro. El pendejo es un crack, pero a veces sobra demasiado y cuando va ganando tira caños y gambetas. No creo que sea buen tipo como Iniesta o el burrito Ortega

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  2. Me olvidaba que me gusto el capitulo anterior, mete más minas, alcohol y el mejor personaje que para mi es Iraoz

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    1. Gracias JJ, hay mucho más minas, alcohol e Iraoz en los próximos Capítulos. Estamos solamente presentando los personajes, 2 o 3 Post más y arranca con todo.

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  3. El libro no me gusta pero igual te felicito, es lindo ver gente joven con tanta dedicación.

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  4. Me encanta, pero te doy un consejo, que la historia no la cuente tanto Iniesta, sino mas sus amigos, Marcelo, Iraoz, Guardiola, Vicky, que todos ellos describan su relación con Iniesta, porque pueden ser más objetivos y contar como vos decis la verdadera historia. Que te parece?

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    1. Voy a ver que puedo hacer, porque se me juntan muchos pedidos y tengo miedo de no poder cumplir con todo. Me alegra que te guste y el Feedback me sirve muchísimo. Un saludo.

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  5. Muy bueeeeeno!

    ¿Quién ataja en Newell's? y los laterales?
    ¿Es cierto que la selección argentina es todo Newell's?
    ¿El DT de la selección es estilo Mou o estilo Pep? es Bielsa? es Bilardo? es Menotti? o es Chiruso-Lombardi?

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    1. El otro día lo estuve pensando, para mi los laterales son Casco y Anzaldi, Casco se manda más y Anzaldi se queda, son como Marcelo y Arbeloa.

      Con el Arquero me mataste, igual no le llegan nunca, podría ser Scoponi con 60 años.

      Con la Selección y NOB pasa lo mismo que ahora con Estudiantes. Terminan convocando hasta a Mateo capaz.

      El Técnico podría ser un Neo Mourinhista con pasado en la Selección, Simeone (Si no entrena en Racing) vendría de 10.

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    2. Los laterales pueden ser Ansaldi por la izquierda (porque es ambidiestro) y Pillud por la derecha. Ambos son de la cantera leprosa.

      No es mala idea poner un viejo que sea récord. Si querés rescatar arqueros de la historia de NOB, tenés para hacer dulce: Scoponi (51), Islas (48), Cancelarich (49), Goycochea (50), Roly Cristante (44), Nacho Gonzalez (42). Con la particularidad de que todos fueron seleccionados alguna vez.

      ¿El DT de la Selección no podría ser Caruso? de pasado mega campeón con Newell's de torneo local, copa argentina, libertadores y mundial de clubes?

      El Cholo en Racing se me hace que está en la B junto con el Rojo...

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    3. Se me había olvidado el pasado de Caruso por NOB, pero ahora se me vienen a la mente algunas postales de venta de humo memorables. Su pelea con Schiavi, algún clásico ganado en Arroyito. Tenes razón, tendría que ser Caruso.

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