sábado, 22 de marzo de 2014

Capítulo 5: La Torre por Marcelo

Era un lunes, muy temprano y poca gente lo esperaba en el Aeropuerto. La mayoría de los periodistas estaban cubriendo la pretemporada de los equipos en Brasil que estaba terminando porque el sábado se jugaba la primera fecha del campeonato.  Creo que ni siquiera había fanáticos, era inverno, hacía frío, había neblina y no es fácil ni seguro  acceder de madrugada a Ezeiza. 

Lo vi llegar al Hall luego de 2 horas de espera, sin nada en las manos.  

Me hizo acordar a los grandes pioneros del Jazz, a Charlie Parker, que en sus peores y más geniales momentos se movía de club en club sin nada más que su arte, para tocar con algún saxo que le prestaran, porque el de él lo había empeñado. 




Siempre digo que eso es Iniesta para mí, el último artista, me dirán que Messi, que Cristiano Ronaldo, pero nadie puede ser artista si corre tan rápido como Speedy González o mide más de un metro ochenta. Artista es el que resuelve ante la dificultad, el que salta una valla, artista era Iniesta.

A lo lejos parecía triste, nervioso. Se puso contento al verme, pero la sonrisa le duro 1 o 2 segundos, rápidamente me dijo derrotado “Perdieron mi maleta”.

“¿Cómo que perdieron tu maleta?” contesté con ese tono que ponen las madres cuando hacen preguntas retoricas, que más que preguntas son reproches.

“Si, y tenía mis botines”, “Bueno, te podemos conseguir otros, no te preocupes”, “Si, eso no me preocupa tanto, pero ahí tenía mis plantillas”.

Enseguida me explico que necesitaba esas plantillas porque tenía el pie plano, pero no cualquier pie plano, aparentemente su “planes” era muy rara (1 en 1000 millones le había dicho el médico), al igual que sus plantillas, que evitaban que le doliera cada vez que corría.

Sonreí un poco, no solo era Charlie Parker sin el saxo, era Charlie Parker sin el saxo y con neumonía, era una figura tan romántica que parecía un cliché, un exceso narrativo de Dios. 

Yo tenía que cuidarlo. Ni bien se confirmó su pase Iniesta me pidió que le ayudase a buscar alojamiento. Vi algunos departamentos por distintas zonas. Al principio pensé que lo mejor era tenerlo cerca para ayudarlo a aclimatarse, para reforzar la relación y también, lo confieso, la dependencia, pero yo vivía en medio de la jungla y él no era precisamente un León. Yo sabía que estando  en pleno Palermo Hollywood, aunque evitara la noche, un día iba a bajar tarde a comprar chicles o una gaseosa e iba a pasar por la puerta de algún bar y una de esas chicas con calzas y escote le iba a preguntar si era Iniesta y él iba a decir que si, porque era Iniesta, y pronto se iba a olvidar de los chicles y de la gaseosa. Si estas navegando en el barco con Ulises alguna vez te cruzas con las Sirenas, y nadie le dice que no a las Sirenas, ni siquiera Iniesta, mejor tenerlas lejos.

Me pareció que el barrio ideal para él era San Telmo. El Soho de Buenos Aires. Nocturno, pero bohemio, intelectual. Las chicas ahí usaban vestidos y no calzas, y tenían anteojos grandes y el pelo batido y castaño y no tan rubio y planchado y evitaban el sexo en la primera cita (o no, pero usaban anticonceptivos), y tomaban cerveza y no champagne y charlaban en la mesa de algún bar y no en los sillones de un reservado.

Las chicas allí eran como yo me imaginaba que eran las chicas que le gustaban a Iniesta.

San Telmo además era el barrio más Español de todo Argentina, un país que ya de por si es bastante español. Caminando por Defensa, por Avenida de Mayo, uno se siente un poco en Madrid. Mucha vereda angosta, mucho empedrado, muchos edificios de 3 o 4 pisos que se vienen encima con fachadas idénticas a la de la capital europea.

Iniesta iba a estar cómodo en San Telmo, iba a sentirse como en casa.

El problema es que no quería alquilarle un departamento muy viejo. Los departamentos viejos tienen muchos inconvenientes, uno tiene que contratar plomeros, pintores, electricistas, gente difícil de tratar en cualquier lugar del mundo y más en Buenos Aires.

Por suerte pude conseguirle el último departamento libre que había en el único edificio nuevo de San Telmo, La Torre. No fue fácil, todo el mundo quería vivir en La Torre, tuve que recurrir a varios contactos importantes y así y todo no había resultado barato.

La Torre estaba emplazada en el medio del barrio, se distinguía de todo el resto por tamaño, estilo y antigüedad.

La Torre era enorme, una ciudad en sí misma. Adentro de la Torre Iniesta iba a tener todo lo que precisaba: Pileta, Solarium, Laundry, Gimnasio, Cine, Jacuzzi, Restaurant, Café, Bar, Mini Mercado, Internet, Cable y Seguridad las 24 horas. Todo estaba allí dentro y si no lo encontraba y necesitaba algo, cualquier cosa, solo tenía que levantar el teléfono y en 5 min lo tendría en la puerta de la casa. Los  comerciantes de la zona solían darles prioridad absoluta a los habitantes de La Torre, querían tenerlos como clientes, por sus consumos exorbitantes y sus generosas propinas. Los trataban como Reyes.

San Telmo era un Barrio Bohemio, Liberal, Democrático y sin embargo la Torre era como su Castillo, ahí vivía su realeza.

Me parecía ideal para Andrés, esperaba que él me lo agradeciera.

Estuvimos unos minutos parados frente a frente, mirándonos las caras sin decir nada.

Iniesta no se resignaba a dar por pérdida su maleta, sus plantillas, pero tampoco sabía que hacer para recuperarla. Yo quería marcharme de allí, quería ayudarlo a instalarse en La Torre e ir a desayunar a McDonall’s (No me acordaba hasta que hora servían el desayuno), quería que aceptara la pérdida, pero no me animaba a proponérselo, porque a él parecía importale. 

Al final él dijo “Y bueno, no creo que aparezca”, yo suspiré aliviado y fuimos por un taxi.

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