sábado, 15 de marzo de 2014

Capítulo 3: Esperanto

Era miércoles, no tenía ganas de salir, pero tampoco habían tenido ganas de salir el lunes y el martes y había terminado saliendo igual. Me conecté a Facebook, tiré al río mi propio anzuelo. Si las notificaciones comenzaban a llegar, si era alguna chica a la que no podía decir que no,  si no la recordaba pero miraba su perfil y no podía resistirme, iba a terminar actuando contra mi voluntad, pero no lo decidiría yo, sino Dios, el azar, el ciberespacio o el ente abstracto al que ustedes subscriban.

Tenía muchos contactos femeninos, muchas mujeres muy lindas: modelos, actrices, estudiantes, pero  sobretodo Promotoras. Alguna vez escuché que de las miles de mujeres que sedujo Casanova (quizás cientos, que serían hoy miles ajustadas por la inflación) entre el 80 y el 90 % eran Criadas.  Seguramente no eran las conquistas que más lo enorgullecían, las que él más recordaba al momento de contar una historia en un bar rodeado de amigos, probablemente se jactara de las reinas, de las princesas, de las acaudaladas herederas y no de aquellas sacrificadas trabajadoras, que en definitiva fueron mayoría.

Las Promotoras eran en nuestro ambiente Las Criadas del Siglo XXI, un artilugio estadístico que omitía La Historia.


Ninguna de las chicas me iba a saludar antes de las 12.  Los periodistas, salvo honrosas excepciones, estábamos casi últimos en la cadena alimenticia del Mundo del Fútbol.

Primero venían los jugadores de La Selección, los que jugaban Mundiales o Copas Américas, los que habían salido Campeones en Sudáfrica, luego los que sin ponerse la celeste y blanca, jugaban en 1° división, a la par de los dirigentes y los representantes más importantes y acaudalados, después los jugadores de rellenos de la A y por último nosotros, los periodistas, junto con los jugadores del ascenso. Un periodista como yo, relativamente importante, ganaba más o menos lo mismo que una figura de la B y aproximadamente la mitad que cualquier jugador de la A, por no hablar de los más notorios, que cobraban hasta 100 veces más.

Además las chicas preferían a los jugadores, porque eran más jóvenes y al ser deportistas tenían mejor estado físico, eran más guapos. Yo había pasado los 40 y siempre había sido "El Gordo", tenía bastante sobrepeso, 30-40 Kg, aunque siempre me decía a mi mismo que todavía no era un obeso, un obeso mórbido, como esos que uno ve intentando rebajar en programas como "Cuestión de Peso". Todavía no sé que es un obeso mórbido, pero supongo que es alguien que además de ser obeso, vive con su madre y no se acuesta con promotoras.

La plata y la juventud de los jugadores, era difícil competir con eso.

Nosotros podíamos ofrecer más estabilidad económica, nuestras carreras podían durar varias décadas y no años como las de ellos. A cuantos futbolistas vi vender picos dulces en los baños de los mismos boliches donde antes se habían ido con la súper modelo de moda, mirándome por encima del hombro. Yo nunca me había llevado a la supermodelo, pero tampoco había terminado limpiando inodoros. En promedio estaba bien. Además la diferencia entre una supermodelo y una chica muy linda, como las que si tuve, es 99 % marketing y 1 % belleza, al menos desde lejos y a oscuras.

Algunas chicas, las menos, preferían a los periodistas porque los veían más maduros, más centrados, más predispuestos a formar una familia, a tener hijos y hacer todo eso con lo que toda chica, hasta las más fácil, sueña. A otras simplemente les gustaban los hombres más grandes porque tenían un Edipo mal resuelto. La Notebook comenzó a hacer ruido.

Andrés Iniesta: Hola Marcelo ¿Estás ahí?
Marcelo: Si Andrés, ¿Cómo andas?
Andrés Iniesta:  Bien, bien, aunque un poco nervioso, son las 4 y no me puedo dormir.
Marcelo: ¿Qué te pasa?
Andrés Iniesta: Parece que lo de River está hecho, hoy llegó el fax con la oferta a Barcelona, 20 millones, creo que la van a aceptar.
Marcelo: Bueno, te felicito, ¿Vendrías ya entonces?
Andrés Iniesta:  Si,  para la nueva Temporada.
Marcelo: Buenísimo,  te espero entonces. Ya te voy a llevar a pasear para que conozcas Buenos Aires, te va a gustar.
Andrés Iniesta:  Me encantaría. Te quería agradecer, creo que si River me compra es en parte gracias a tu nota. Tuvo mucha repercusión, me hizo conocido, la gente se interesó muchísimo en mi juego y comenzó a pedirme.
Marcelo:Al contrario, gracias a vos por darme la nota, dentro de algunos años, cuando entres en la historia, yo voy a ser recordado como el primer periodista que te entrevistó.
Andrés Iniesta:  Te quería pedir si puedes mantener esto en secreto, porque podría dañar la operación.
Marcelo: No hay problema, soy una tumba.

No había comido. Pedí una pizza de cebolla rellena, una Fugazzetta grande a Kentucky. Mi comida favorita. Siempre cenaba 6 porciones y dejaba 2 para cuando volvía al amanecer como desayuno. De bebida cerveza para ir entrando en clima. Podía salir hasta tarde, porque a la mañana no tenía nada que hacer, me levantaba recién al mediodía para ir al programa de televisión, Tribuna Caliente y de ahí a la Radio, en donde mientras oficiaba de Columnista Deportivo en un programa de interés general, escribía la columna para el diario.  Entre 4 y 6 horas de trabajo para ganar en un día lo que un obrero, como mi viejo, ganaba en 1 mes, no estaba mal.

Ya estaba por la 4 porción cuando el teléfono vibró "Marce estoy en Esperanto, ¿venís?" Vicky.

Esperanto quedaba a 6 cuadras de mi departamento pero igual me tomé un taxi, a esa hora las calles estaban oscuras y los borrachos que salían de los bares sin haber tenido fortuna, se ponían especialmente agresivos conmigo por mi performance televisiva. Se tomaban todo muy enserio. No entendían que era un juego. La fe que alguna vez habían tenido en Papa Noel y luego en la Lucha Libre ahora la depositaban en el Fútbol. Lo nuestro no era tanto una mentira como una verdad edulcorada, una puesta en escena. En definitiva le vendíamos plumas a Dumbo.

Esperanto era el lugar de moda en el mundo del fútbol. Estaba repleto de jugadores de fútbol y botineras, chicas que iban a cazarlos, algunas para asegurarse su futuro económico, otras simplemente por deporte, para agrandar su prontuario y colgarse una cucarda. Los jugadores de fútbol tenían camisetas apretadas con cuello en V, que algunas veces llegaban hasta casi el ombligo, jeans chupines desgastados y zapatillas Gola. Las botineras calzas, tacos altos y sugestivos escotes.

Esperanto tenía 2 pisos, la planta baja, que siempre estaba vacía, llena de oxigeno, y la parte de arriba, donde la gente se amontonaba y no se podía respirar. La parte de arriba, un rectángulo, se dividía en partes iguales entre el VIP donde iba la gente del mundo del fútbol, y la zona común para el resto de la gente, el paisaje como les decíamos nosotros, los que iban a ver, los fisgones.

Las botineras más top, las habitúes del lugar, tenían acceso directo al VIP, las otras debían esperar a que alguien del otro lado las eligiera para pasar. Las chicas se ponían en el límite y miraban hacia el VIP, cada vez más desesperadas con el transcurso de la noche. Mujeres que durante años enteros habían transitado el
VIP a veces no eran elegidas por meses enteros y luego desaparecían. Se casaban con ese antiguo pretendiente del barrio al que antes no le prestaban atención o simplemente se suicidaban por el rechazo y el descenso social, por ver que del otro lado el chico que tanto les gustaba estaba con una más joven y se hacía el que no las veía.

Algunas chicas no desaparecían, sino que se resignaban a ser seducidas por los chicos del paisaje, que parecían futbolistas y soñaban con serlo, pero no tenían talento para el fútbol y pasaban sus días encerrados en una oficina.

Aunque a decir verdad la mayoría de los chicos del paisaje iba más bien a mirar, a mirar a sus ídolos, más cerca que en la cancha y a las chicas que solo veían por televisión o en las páginas de fotos hots de internet.

Me senté en un rincón.  Enseguida vino Iraizoz con un champagne en la mano, lo puso encima de la mesa, enfrente mío y me saludo efusivamente  “¿Vos vivís acá Iraizoz?” “Debería, con lo que gastó el champagne me tendrían que dar un 3 ambientes mínimo?”, “¿Y las chicas?, ¿Hoy como viene?”, “Flojo, pero ahora seguro que levanta, me dijeron que están por caer como 10 promotoras de Red Bull que llegan del X Game en Escobar”.

Gorka Iraizoz era el arquero suplente de San Lorenzo, había llegado de muy joven desde Bilbao (País Vasco) por varios millones de dólares y parecía que iba a ocupar el arco de CASLA por siempre, incluso se habló de nacionalizarlo Argentino para que juegue para la Selección, pero terminó perdiendo el puesto en manos de Saja, ídolo del club y actual capitán del equipo.

Iraizoz había tenido ofrecimientos de otros equipos más chicos para ser titular, e incluso alguno para volver a España, pero prefería quedarse en San Lorenzo, suplente, tranquilo, sin tener que exponerse semana a semana a la evaluación de los periodistas y aficionados, sin tener que preocuparse por entrenarse o llevar una vida demasiado profesional, porque de todas formas no iba a jugar. En San Lorenzo era feliz, todavía tenía 1 año más de un muy buen contrato y luego  si, escucharía ofertas.

No lo digo por ser su amigo, pero Iraizoz no era menos que Saja, ahora sí, pero no era menos que Saja cuando entrenaba y no salía de noche. Tampoco era más, tenían niveles y estilos muy similares. Pero Saja era Argentino y había nacido y se había criado en el club e Iraizoz todavía no se adaptaba a la vida en Argentina y la hinchada no lo conocía y extrañaba a su madre que le cocinaba con tanto amor y a su novia, que se había quedado en España para tener a su primogénito. Y yo estaba en su casa cuando ella llamó para decirle que lo había perdido y discutieron y ella le echó la culpa por estar tan lejos y el trató de contenerla, pero al final se cansó y dijo la primera frase que le escuché decir en Argentino “Andate a la puta que te parió”, así, seco, como otro de nosotros, con acento Porteño e ímpetu Italiano y colgó y se dio vuelta y con la misma voz de enojado  me dijo “Vamos a un cabaret” y nos fuimos a un cabaret y a otro y a otro y él nunca volvió. Se quedó allí, para siempre,  como un veterano de Vietnam que aún en Cincinnati sigue empantanado en medio de la selva, y cambio sus camisas a cuadros sin gracia por remeras cuello en V Emporio Armani, su casa con pileta en las afueras por un departamento en una importante Torre de Palermo, el lugar con más movida de Buenos Aires, su 4x4 familiar por un deportivo alemán.

“Marce!!!” Vicky me abrazó por atrás, colgándose de mi cuello, casi ahorcándome. “Vicky, Iraizoz. Iraizoz, Vicky”. Vicky enseguida bajó la vista, miró la etiqueta del Champagne, vio que era el más barato, el de 300 $ y dijo bastante fría “Hola” sin ni siquiera moverse para darle un beso. Iraizoz tomó el Champagne, que ya estaba caliente, se dio vuelta y partió con rumbo desconocido, las 10 promotoras de Red Bull todavía no habían llegado.

Vicky era la única mujer en el VIP de Esperanto que no lucía un inmenso escote. Tenía si, tacos y calzas, pero no completaba el uniforme. Sus tetas no se veían, ella nunca las mostraba, pero si se intuían, como los Camellos del Coran según Borges, de las mejores tetas naturales que el mundo había conocido. Ni grandes ni pequeñas, de formas perfectas, su busto era la única parte del torso que rozaba las camisetas holgadas que ella siempre usada, con estampados con motivos Pop.

Más allá de sus tetas, Vicky era una chica muy linda, aunque más bien menudita. Se distinguía entre las mujeres más plásticas y exuberantes de Esperanto, si bien costaba divisarla en medio de la pista. Su cara también era distinta a la del resto de las mujeres de allí, más aniñada, más angelical, más frágil, parecía una mujer a la que era muy fácil hacerle daño, aunque  solo parecía.

Vicky era un poco distinta al resto de las botineras, no solo por su cara y su cuerpo más naturales, por su forma de vestirse, por su estilo y educación en general. Vicky no necesitaba de los jugadores para “salvarse”, ella ya tenía bastante dinero o mejor dicho su familia. La empresa de su padre estaba en los carteles de publicidad de los Estadios, en la remeras de los principales equipos, es decir, eran los dueños del circo, no necesitaba tratar con los payasos.

Si se acostaba con jugadores era por deporte, verdaderamente le gustaba mucho el fútbol, era una Groupie de los jugadores, pero siempre me pareció que ni siquiera los respetaba.

No era muy distinta a las mujeres de la Alta Sociedad que buscaban acostarse con Picasso o con Russell Crowe en Gladiador, pero con preservativo. La excitaba el talento, el genio, el ser parte de una biografía o de una obra que admiraba o que se yo, es tan difícil entender a las mujeres.

“Te enteraste?”, “¿De qué?”, “De que viene Iniesta a River, 20 palos ofrecieron, me lo dijo un amigo de la comisión”, “No sabía nada”, “Dale, no mientas”, “De verdad, no sabía nada”, “Dale, no mientas, ¿Me lo vas a presentar?”, “No, solo se lo voy a presentar a mis amigas”, “Y si yo soy tu amiga, ¿Qué?, ¿No me queres más?”.

Me quedé tirado en el sillón toda la noche, viéndola moverse. Iba y venía, se ponía a bailar con alguna chica, también muy sexy, se acercaba a la mesa de algún futbolista que la llamaba, le hablaba en el oído, le daba o no su teléfono y después le robaba un vaso de champagne caro, no el de 300 $, por lo menos el de 1000. Luego volvía conmigo y bailaba contra mi cuerpo o me decía algo al oído.

Iraizoz,  mientras acosaba a las promotoras de Red Bull que habían llegado, me miraba y me pedía acción, pero yo sabía que más allá del juego histérico, Vicky estaba más allá de mi alcance. De todas formas me servía tenerla como amiga. Era divertida, me presentaba chicas y siempre compartíamos muy buenos chismes sobre el mundo del fútbol. La pasábamos bien juntos.

Me entretenía viendo como los otros chicos la avanzaban perdidos.

Se acercaban con miedo, la veneraban, pero ella no quería eso, quería que la trataran “como un objeto”. Un día me lo había confesado, un poco borracha, así, con esas mismas palabras, como si fuera una Psicóloga del Partido Feminista.  Se quejaba de que los nuevos hombres, sobre todo los nuevos futbolistas, venían cada vez más “aputazados”, más metrosexuales. No le gustaba que se depilaran el pecho, que usaran tantas cremas, tanto gel en el pelo, se quejaba de unos slips Italianos nuevos que parecían tangas, de que pasaran tanto tiempo frente al espejo, de que fueran tan inseguros, tan manipulables.  A esos chicos, a los “sensibles”, a los que se enamoraban, solía destrozarlos con malicia, creo que inconscientemente, como para que aprendieran a ser hombres. Uno veía que de titulares indiscutidos pasaban al banco o a ni siquiera ser convocados por bajo rendimiento, el hincha se preguntaba “¿Qué le pasa a ese pibe?, si era crack”, le había pasado Vicky.

De pronto un chico se puso a tartamudear frente a ella con una botella de Champagne de 2000 $ en medio de “Timber” (Pitbull ft. Ke$ha). Ella le arrebató la botella, le dio un beso en la mejilla dejándole los labios marcados en el cachete, le arremolinó un poco el pelo con la mano derecha y luego lo empujó con la izquierda alejándolo.

El chico, que en verdad era un niño, con menos de 10 partidos en primera, se quedó ahí, paralizado, sin poder emitir sonido, viendo como se esfumaban sus últimos pesos, aprendiendo lo difícil que era jugar en Primera.

Ella se acercó bailando con la botella en la mano y me dijo al oído “¿Y?, ¿Me vas a presentar a Iniesta?”, yo sonreí.

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