martes, 24 de junio de 2014

Capítulo 38: The End

La noche que River descendió de categoría, fui con Iraizoz a Esperanto. No me sentía realmente de ánimo, quería llamar a Iniesta, pero estaba seguro que no me iba a atender y además era parte de mi trabajo, sabía que iba a estar lleno de jugadores, celebrando el campeonato, comenzando sus vacaciones, lo que podía ser una fuente de chismes y rumores interesante.

Además los futbolistas no tenían que entrenar a la mañana siguiente, ni competir a los 2 días, así que había cierto descontrol, el alcohol fluía, al igual que las confesiones. “Me voy a México la semana que viene” “Ya firmé” “Pedí que me vendan, al técnico no lo aguanto más” “No, con tal no se puede jugar, se cree dueño del equipo“ “Ojo, vos no digas nada”.



Varios jugadores de Newell’s ocupaban una mesa, que estaba llena de fraperas con Champagne caro, rodeando a lo que parecía ser el trofeo del campeonato. Los jugadores llenaban la Copa con Champagne, le tiraban cubitos de hielo, bebidas energizantes y le daban de probar a cada chica que pasaba, como si fuera el Santo Grial. Todos vestían igual, jeans chupines y remeras coloridas, por cuyos cuellos en V sobresalían las tiras de las medallas enchapadas en Oro que habían ganado la tarde anterior.

Detrás de Messi, se lo veía a Cristiano Ronaldo, festejar su botín de oro, en una mesa tranquila, con su novia y algunas amigas. Tenía sus propios guardaespaldas. Dos gorilas, con pinta de Rusos, que enojados, parecían seguir viviendo en la Guerra Fría. Ronaldo tenía un nuevo corte de pelo. A los costado de su cabellera, se había escrito con afeitadora el número 37, la cantidad de goles con la que se había consagrado goleador del campeonato. Esto más tarde daría pie a una publicidad en donde el mismo Cristiano, escoltado por dos sugerentes chicas y vestido de smoking a lo James Bond, entraba a un Casino y le apostaba al número 37, que evidentemente no existía en la ruleta, el Croupier se lo advertía, pero, ante la insistencia de Ronaldo, tomaba la apuesta de todas maneras. Al final, la bola se detenía en el número 37, que había aparecido mágicamente y no era Rojo ni Negro, sino Azul y Oro, los colores de Boca. Ronaldo entonces miraba a cámara y decía “Impossible is nothing” mientras se iba con las chicas, sosteniendo un Martini batido pero no revuelto, sin siquiera preocuparse por cobrar la sustanciosa apuesta.

Me reí pensando que la mayoría de los jugadores de Newells, millonarios y todo, bien podían confundirse con cualquier Cristiano.  No me hace tanta gracia ahora, pero son esas cosas que uno piensa con una copa de más.

Cavenaghi y Mascherano se acercaron a la mesa de Ronaldo, a felicitarlo por su nuevo logro individual. Cristiano estiró su mano desganado y apenas giró sus ojos para verlos, como si fuera un papa dejándose saludar.

Dos muchachos desde afuera del VIP gritaron indignados “Eh loco ¿Qué hacen acá?, nos fuimos a la B y ustedes vienen a festejar con Cristiano”. Los guardaespaldas Rusos, con sus caras porosas y sus modestas camperas de cuero negras fueron a pegarles sin que mediara orden, mientras estos se exculpaban diciendo que lo habían dicho con buena onda.

No me fui muy tarde esa noche, quería levantarme temprano al día siguiente, tenía que hacer compras y arreglar algunos temas personales, incluido el de Iniesta.

Me contaron que pasó de todo. Que eran las siete de la mañana y los jugadores de Newells no se querían ir, que tuvieron que sacarlos a la fuerza y que el Trofeo, terminó destrozado en plena Juan B. Justo,  bajo las ruedas de un Metrobus, luego que se escapara de entre las manos de Segio Ramos.

-0-

El lunes me levanté temprano. No había resaca, ni cajas de pizzas tiradas en el piso, de hecho estaba bastante bien, aunque la luz del sol entrando por la ventana me molestaba. Era temprano, cerca de las diez, pero sabía que Iniesta tenía que estar despierto, así que lo llamé.  Me preocupé porque su teléfono ni siquiera sonaba, estaba desconectado, tal vez se había quedado sin batería. Decidí bañarme, desayunar e intentar nuevamente luego.

Bajé a lo del Gallego, todavía con el pelo mojado dispuesto a sacarme el frío con un café caliente, “Un cortado y tres medialunas”. Era feriado, así que el diario venía más flaco que de costumbre, no había noticias, apenas si los suplementos de Newells Campeón y el Descenso de River, le daban un poco más de Volumen.

La televisión en mute mostraba los goles de la última fecha y el gol de Iniesta no cobrado en el último minuto. “Los Cambios que se vienen en River, para jugar en la B”, “Subí Gallego” le grité sintiéndome confiado, al ver que era el único cliente.

“Y uno de los que se va a ir es Iniesta, que en un par de horas viaja rumbo a Barcelona y tiene varias ofertas para jugar en Brasil y México”.

“¿Cómo?!!!” grité yo, mientras el gallego, todavía con el control en la mano, me miraba confundido, sin saber si había hecho algo malo. “Anotámelo” le dije, mientras me ponía la última medialuna en la boca y salía, dejando el diario por el piso.

Me costó encontrar Taxi, la calle estaba desierta, me crucé con poca gente: algún Cristiano, algún borracho perdido de la noche anterior, algún turista y varios hinchas de River, especialmente orgullosos, ese día, de lucir la camiseta de su Club. 

El conductor me reconoció enseguida y se me puso a hablar de Boca, de River, de Newells, yo le contestaba sin escucharlo, como se le contesta a una esposa que se prueba vestidos, con monosílabas, tratando de gastar la menor cantidad de energía posible, como para que confirmara todos sus prejuicios y se quedara tranquilo.

Estaba ansioso, chequeaba la hora a cada rato, nervioso ante la posibilidad de no llegar a tiempo, intentaba distraerme con el triste paisaje que ofrecía la ciudad desolada, improvisar una siesta apoyando la cara contra la puerta, pero era imposible.

Sentía como si se me hubiera muerto un familiar, estaba viviendo un duelo, miraba por la ventana y me parecía inverosímil e incluso injusto, ver a la gente viviendo, como si nada, caminando entre los papeles y las botellas de vidrio rotas de la noche anterior.

Hacía menos de un año, había hecho el camino inverso con Andrés, en un taxi como ese, sin equipaje, pero llenos de esperanza. Parecía que nada podía salir mal y sin embargo ahí íbamos, a izar bandera blanca.

Me bajé apurado, entré a la Terminal casi corriendo. Pensé que no lo iba a encontrar, que vería su avión despegar tras un ventanal, como en las películas, que esa sería nuestra despedida, pero allí estaba, a punto de entrar en la Zona de Embarque, rodeado de Jóvenes Periodistas. Hacer guardias en los Aeropuertos, entrevistar a Deportistas, Modelos, Científicos y Actores que llegan y se van de improviso, suele ser un trabajo insalubre y poco reconocido, reservado para quienes se están iniciando en el Periodismo.

 Las preguntas eran más bien generales, algunos apenas reconocían la cara de Andrés, otros buscaban en Google datos para tener de que hablarle y mientras hacían la pregunta, bajaban la mirada a la pantalla del celular, y leían frases textuales. “Y dígame, usted que nació en …. 1984, en Fuentealbilla y fue comprado por … 22 millones de dólares en Julio del año pasado al Barcelona de España”.

Iniesta, paciente como en el campo de juego, explicaba que se iba a España, a estar con su familia y que luego decidiría donde seguir su carrera. Que no había sido un paso en falso, sino una experiencia que lo iba a ayudar a crecer como Profesional. Que estaba agradecido con River y con Argentina. Que no iba a hablar de su vida privada.

Los Periodistas se observaban entre sí, no sabían que más preguntar, pero tal vez no le habían sacado todo el jugo posible a la entrevista, que probablemente sería la más importante del día. No querían ganarse el reto de ningún Productor luego.

Iniesta los miró a todos por última vez, como para quedarse con esa última postal de la Argentina.  Teniendo en cuenta la cantidad de Periodistas y la Cordialidad de la charla, bien podía ser aquella una entrevista triunfal luego de un Campeonato, pero no. Por un momento nuestras miradas se cruzaron, sé que los dos sentimos pena, no nos imaginamos que su aventura en el País iba a terminar así, de esa manera. Por más que ahora a ustedes les resulte obvio, de alguna manera ambos nos dimos cuenta, en ese momento, de que habíamos fracasado.

Quise decirle algo, pero estaba muy agitado, luego de la corrida desde la entrada a la Terminal hasta la puerta de la Zona de Embarque, además había muchos testigos. Sé que él también hubiera querido aclarar las cosas, pero no tenía mucha facilidad de palabra y seguramente estaba confundido. Fue la última vez que nos vimos. Se dio vuelta y se fue, así sin más, terminó todo, La Historia de Iniesta en Argentina.

6 comentarios:

  1. Gracias Iniesta... gracias!
    Y perdón.

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    1. Gracias nL, Gracias Totales!

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    2. A vos también Marcelo, por animarse a contar lo que nadie antes se animó a ventilar. Por limpiar el nombre de un verdadero valuarte del balón, dentro y fuera del campo de juego.

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  2. Que genial narración, al final Iniesta perdió, pero no lo vencieron. Murió de pie y eso me gusta. Espero la segunda temporada.

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  3. Genial historia que se disfruta aun mas en estos dias de final mundial. Me impresionan las versiones bizarras de los personajes: el Masche egoista, el Cristiano heroe de pobres y el Messi que actua mas como el verdadero CR7 que como Messi. Solo Mou es Mou, y mejor asi, ya es todo un personaje. Felicitaciones al autor por la obra y a los comentaristas por contribuir al climax. Espero segunda temporada!!!

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