En el entretiempo casi no se habló en el vestuario de River. Shakespare
dice que Enrique V al verse rodeado en Agincourt, por fuerzas enemigas que le quintuplicaban en tamaño, arengo a sus tropas
con un discurso memorable, al grito de “Porque aquel que hoy vierta su sangre
conmigo, Será mi hermano”, antes
concretar el milagro y de cambiar el rumbo de la historia.
No era
realmente necesario. No hubo esta vez tampoco, un discurso motivacional
memorable, una cita genial de un libro de autoayuda, un video con Gladiadores que hiciera hervir
la sangre. Los jugadores, el técnico, estaban movilizados por un instinto mucho
más primitivo, el de supervivencia. En 45 minutos se jugaban las primas, los
premios, la fama, las mujeres, las comidas gratis, los contratos para jubilarse
como periodistas de televisión, las convocatorias a la Selección, los contratos
con las marcas de gaseosa, el matrimonio, el noviazgo, el orgullo de los hijos
o de los padres, en definitiva la vida. No se necesitaba más motivación que
esa, el resto hubiera sido cotillón para
amas de casas deprimidas por el ocio.
Además
River estaba jugando bien, no había mucho que corregir, salvo algún ajuste
defensivo mínimo y que Funes Mori mejorara
un poco la definición.
Cuando los
jugadores volvieron a salir al campo de juego, los hinchas de River seguían
cantando “Ganen o pierdan la puta que los pario, Ganen o pierdan la puta que
los pario”, como si nunca se hubieran detenido. Mou lo miró a Iniesta, le
señaló a Messi que caminaba delante de él y le dijo algo en un Portuñol
confuso, creo que cornudo. Andrés hizo como que no lo entendió, Mou levantó las
cejas y le sonrió, luego se dio cuenta que se había ensuciado sus zapatos
italianos nuevos, en un charco de barro e insultó al aire.
El partido siguió como un calco del primer tiempo. Messi e Iniesta, cada
vez más cansados, con las medias bajas y los botines llenos de tierra iban de
un lado para el otro, desafiando la física, reinventando la geometría. Uno no
terminaba una jugada genial, que el otro ya tenía la pelota en los pies y
estaba gambeteando rivales o encontrando compañeros con pases imposibles.
Eran dos boxeadores ensangrentados lanzando constantemente golpes de
nocaut y recibiéndolos, antes de poder subir la guardia. Cada jugada era
salvaje, épica, pero no por eso tosca, ni desprolija, la entrega era total,
pero la técnica se mantenía en su nivel más alto. Cada carrera parecía que iba
a terminar en gol o en la muerte de alguno de los dos exhausto.
Jugaban como en el potrero, pero entendido como potrero el punto culmine
en donde se encuentran la pasión y el profesionalismo. No como una licencia o
una cuartada para la improvisación sin sentido y el amateurismo berreta, como la famosa
Universidad de la Calle, a la que se jactan de haber ido los poetas
analfabetos.
Si el tercer combate entre Ali y Fraizer es la pelea de boxeo
paradigmática, arquetípica, aquel partido entre Messi e Iniesta en el
Monumental fue El Thrilla in Manila del Fútbol. Con un Messi excéntrico, carismático, alegre y veloz como Ali, y un Iniesta ortodoxo,
inteligente, paciente y persistente como Fraizer. Era imposible hasta para el
público imparcial, no tomar partido por alguno de los dos, como para ellos no dejar
de admirarse, en esa mezcla de amor y odio que sentían el uno por el otro.
Por un momento ellos, e incluso algunos hinchas, parecían abstraídos del
marcador. Yo mismo tiendo a acordarme más de algunas de esas maravillosas
jugadas, que del resultado del partido.
Fue uno de esos raros casos, como el de Ali – Fraizer, en donde la rivalidad
engrandece aún al perdedor, por decirle de alguna manera. Como si fuera más
heroico ser derrotado en ciertas batallas, que ganar algunas guerras.
Ya nadie preguntaba por Boca,
todos descontaban su triunfo por goleada. La única duda era si Cristiano
Ronaldo podría marcar el gol que le faltaba, en su cruzada personal por
consagrarse goleador del Campeonato. El tiempo pasaba y el lusitano se
desesperaba, le pegaba de todos lados, pero la pelota no entraba.
Faltaban 10 minutos y River y Newells empataban 3 a 3, con 3 goles de
cada crack.
“Ganen o pierdan la puta que los parió, ganan o pierdan la puta que los
parió”.
Mourinho saltaba al lado del campo de juego, gritaba, movía los brazos,
le señalaba la hinchada a Iniesta, “Escucha, escucha, lo que cantan” decía señalándose el oído, pero
Iniesta no se daba por vencido, ni se ponía nervioso, seguía jugando con la
normalidad de un anormal.
Los minutos transcurrían cada vez más rápido, luego de los cuarenta,
caían como gotas de lluvia en medio del diluvio.
En la Boca el partido había terminado. La televisión mostraba en
simultaneo a River – Newells y como Cristiano Ronaldo semidesnudo y sus acólitos, los Cristianos,
que había invadido el césped de la Bombonera, escuchaban por radio el partido
que se disputaba en el Monumental y podía coronarlos campeones, arrodillados,
mirando el cielo al borde de las lagrimas.
El árbitro auxiliar se acercó al borde del campo del juego, por un
momento todas las miradas confluyeron en él, en el cartel con luces de led que
levanto con sus manos con la leyenda ROLEX, “¿5?” le preguntó Cristiano a sus
discípulos, mientras sostenía el auricular en su oreja, con calculado
dramatismo, “Noooo, Filho da puta” gritó, ¿5? Le dijo un hincha de River a
otro, “pero si hubo como 20 cambios”.
La hinchada, toda, se puso a insultar al árbitro, pero por apenas
segundos, enseguida comenzaron de nuevo con el “Ganen o pierdan la puta que los
parió, ganan o pierdan la puta que los parió”.
Último minuto de tiempo adicional, los dos equipos están jugados en
ataque buscando el triunfo. Mou corre y grita a lo largo de la línea de cal,
Pep mira todo quieto, en cuclillas, callado, mientras sostiene una botella de
agua mineral. En la Bombonera Cristiano en Slips está al borde de las lágrimas, tres Cristianos colgados de sus hombros tratan de tranquilizarlo.
Pelotazo largo, Iniesta y El Arquero de Newells van desesperados en
búsqueda del balón que queda picando, entre los dos, apenas dentro del área de
Newells. Iniesta llega antes y logra tocarla por encima del arquero, mientras
este le clava la suela de la pierna derecha en el pecho. Iniesta queda tendido en el piso, la hinchada grita GOOLLLLLLL, la
pelota pega en el travesaño, no se ve bien si atraviesa la línea o no y sale.
No quiero abrumarlos con detalles, me imagino que a esta altura de la
historia habrán visto la jugada cientos de veces y sabrán, que según los
métodos científicos más modernos, la pelota si entró, pero el árbitro no cobró
gol, ni tampoco penal y la jugada siguió.
Los jugadores de River rodean al Juez para increparlo, sin darse cuenta
que el partido sigue, los hinchas se enfurecen,
se escucha algún insulto, alguna queja pero sobresale el “Ganen o
pierdan la puta que los parió, ganan o pierdan la puta que los parió” cada vez
más fuerte. Cristiano Ronaldo le pregunta a un compañero “¿Penal?” Mira al cielo,
habla solo, llora, golpea la radio que por momentos pierde la sintonía.
Walter Samuel rechaza a cualquier parte, la pelota cruza mitad de la
cancha, del otro lado quedan cinco jugadores
de Newells y apenas tres de River. Uno,
dos pases, Messi queda mano a mano con el arquero, Mascherano lo barre de atrás,
PENAL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Messi festeja, Mourinho festeja, Cristiano vuelve a preguntar “¿Penal?”.
Iniesta sigue tirado en el área contraria, tomándose el pecho, pero nadie lo
ve, la atención está concentrada del otro lado del Campo de juego.
Los hinchas de River parecen ver en la crisis una oportunidad y vuelven
a cantar más fuerte que nunca: “Ganen o pierdan la puta que los parió, ganan o
pierdan la puta que los parió”. Mientras Mascherano se retira del campo expulsado y aplaudido, el
árbitro le advierte a Messi, el ejecutor, que es la última jugada del encuentro.
“Ganen o pierdan la puta que los parió, ganan o pierdan la puta que los
parió”
Messi toma carrera, Iniesta se agarra el pecho, la cámara enfoca el
rostro de Cristiano cada vez más de cerca, no es tan perfecto como en las
publicidades, tiene un problema de acné notorio, los chorros de transpiración
mezclados con gel le corren por entre los granos con pus. Messi va a pegarle, el arquero se tira a la izquierda y él la
cruza despacito a la derecha, GOOOOOL!.
Messi va corriendo a abrazar a Mourinho, sus compañeros se le suman
armando una montaña humana. Esa sería la foto de la Contratapa del diario el
día siguiente, la Tapa fue por supuesto el Descenso de Boca y adentro se incluyó un Reviposter de Cristiano
Ronaldo, orgulloso, con su cuarto Botín de Oro conseguido en el descuento, gracias a un gol en posición dudosa.
Los pocos hinchas de Newells que hay en el estadio deliran.
Cristiano Ronaldo sale de plano. Ahora las cámaras enfocan a los simpatizantes de Boca en la Bombonera, que festejan, que si bien no salieron campeones, River
se fue a la B.
Los hinchas millonarios, luego de cantar toda la tarde “Ganen o pierdan
la puta que los parió, ganan o pierdan la puta que los parió”, hacen silencio
unos segundos, para enseguida comenzar a burlarse de Boca, al que le acaban de arruinar
el Campeonato, como si lo hubieran hecho a propósito.
Newells, River, Boca, Mou, Cristiano, Messi, todos festejan algo y se
burlan del otro por haber perdido, mientras Iniesta sigue tirado en el área de
Newells, tomándose el pecho, al borde de las lagrimas.
El fulbo argento no merece a Iniesta... Iniesta... no llores más por favor...
ResponderEliminarNunca tuviste que haber abandonado el Potrero
O sea que nunca estamos a la altura del lider?
EliminarMuy bueno, el mejor capitulo hasta aca, hay mas? solo espero la opinion de Corita ;D
ResponderEliminar:D :D :D
EliminarNo se si se dan cuenta, pero en realidad la historia de Iniesta en Argentina, es la historia de Argentina. El juez lo bombea, el público no entiende nada y está obnubilado por los medios hegemónicos y él trata de sacar el problema adelante, con virtudes y defectos, pero solo no puede.
ResponderEliminarMuy triste. ABRAMOS LOS OJOS!!!!!