Sin chances de entrar en los partidos, la única posibilidad de mostrarme, de jugar un poco, eran los entrenamientos. En esa época los entrenamientos de River eran muy concurridos. Miles de hinchas venían por día preocupados, porque estábamos en zona de descenso. La mayoría nos presionaba, colocaban banderas pidiendo más entrega, pero también había algunas muestras de afecto.
La cantidad de periodistas, siempre importante en un club como River, también había aumentado. Los hinchas, por su número y vehemencia, se habían convertido en protagonistas y entonces había que entrevistarlos también a ellos y además, siempre era conveniente tener una cámara extra por si se producía algún hecho de violencia, en lo que parecía un volcán a punto de explotar.
Las cámaras y los hinchas se retroalimenban. Comenzaron a ir más cámaras porque iban muchos hinchas y a su vez que fueran más cámaras hacía que fueran más hinchas aún, curiosos, que solo querían salir en televisión, dar su opinión al país, personas que le querían demostrar al Mundo, que si bien River (el equipo) iba último, esa hinchada era la mejor de todas, la más leal, la número uno, la campeona, que los jugadores perdían en la cancha, pero ellos ganaban en la tribuna.
Yo jugaba en el equipo suplente, era un desafío, ya no tenía de compañeros a Mascherano, a Nasri, a Cavenaghi. El 5, era el sacrificado, pero ya veterano, Michael Essien, el 11, el eléctrico e intermitente Nani y el 9 un chico de las divisiones inferiores de andar cansino y mirada dispersa, Funes Mori. Buenos jugadores, pero no tanto como los otros, tenía que sobresalir con menos recursos, en la adversidad, triunfar sin la placa y la pistola.
Además el equipo alternativo era una especie de selva donde cada uno trataba de destacarse por sobre los otros. Solo 1 o 2, con mucha suerte, podían pasar a formar parte del equipo titular, el resto seguiría como suplente. No servía de nada que el equipo jugará bien colectivamente, con 11 actuaciones individuales sobrias. Había que sobresalir.
Pronto, sin embargo, comenzaron a irme bien las cosas. Mis compañeros, salvo 1 o 2 casos, tampoco eran excesivamente egoístas, y nos entendíamos bien. Además, como la mayoría eran jugadores juveniles o relegados, yo podía tomar decisiones, definir con mis pases la forma de jugar del equipo, patear los penales y los tiros libres, sin preocuparme, ya que no había jugadores de mayor jerarquía o historia en el club que se ofendieran.
Los malos resultados, de River en el Campeonato, se siguieron sucediendo y los hinchas que venían al entrenamiento y observaban mi nivel de juego, comenzaron a preguntarse porque yo no estaba en la formación titular. Al principio el Periodismo no se hizo eco, pero ellos empezaron a nombrarme en las entrevistas que les hacían en vivo y a contarle a los otros hinchas en las redes sociales o a través del boca en boca. Además le ganamos a los titulares varias veces, a pesar de los arbitrajes tendenciosos de Pep, que siempre les regalaba un penal o nos expulsaba a alguno, para que no perdieran y se desmolarizaran y cuando los hinchas repasaban los nombres de los suplentes ahí estaba yo, Iniesta.
De pronto Guardiola comenzó a sentirse presionado para que juegue, algunos Periodistas le preguntaban por mí, la gente me pedía durante los partidos, si iban perdiendo, en los segundos tiempos, gritaban “Ponelo a Iniesta la puta que te parió” “Ponelo a Iniesta la puta que te parió”.
Era un grito de Guerra, no sé si todos los hinchas que lo cantaban se acordaban de mí, de quien era Iniesta, pero sabían que ese canto tocaba el orgullo de Dirigentes, Cuerpo Técnico y Jugadores. Eran la esposa del Skinhead, diciéndole a su marido que si no consigue trabajo, lo va a dejar por El Rabino de la Sinagoga del Barrio.
Guardiola
observaba el campo de juego, evitaba darse vuelta, hacer contacto visual con
los energúmenos que lo insultaban, para no incentivarlos. Por ahora la violencia era solo verbal, pero
no había garantía de que no pasara a mayores.
Siempre
había exegetas, Marks Chapmans, gente que veían en el mínimo gesto de cualquiera
de nosotros, en una sonrisa, en un pestañar, la invitación para invadir el campo de juego o iniciar un incendio.
Para Guardiola la
hinchada era como un bebe caprichoso. Si me ponía, disuadía el llanto por un tiempo, pero al mismo tiempo
quedaba presa de nuevos antojos, al demostrar que el llanto como forma de
extorsión funcionaba. Si no me ponía
tenía que seguir padeciendo esos berrinches insoportables que iban creciendo, al
menos hasta que el bebe se cansara.
Él quería
educar al público, sentía que se merecía algo mejor que las mismas viejas
formulas chatas de siempre, que el 4-4-2, que el autobús delante del arco propio, que la
pelota parada; pero a veces tenía ganas de largar todo, llevar a sus hijos a McDonald’s y luego dejarlos ver televisión durante toda la tarde, solo para no
escucharlos quejarse, aunque luego se lo reprocharan de grandes, cuando fueran obesos o ignorantes.
#PoneloAIniesta
por fin futbolll mas futbollll por favorrrr, iniesta adentroo!
ResponderEliminarPrometo más fútbol para las próximas ... y a Mercado
EliminarMe mató la última frase de los chicos, el mcdonnals, la ignorancia y la obesidad. Una gambeta, al mejor estilo del "cerebro", Genial.
ResponderEliminarGracias, me inspiré en mis sobrinos y su insufrible pedido de Cajitas Felices
ResponderEliminar¿Iniesta va a jugar o no? Otra vez es el pueblo vs las Coorporaciones, aunque ustedes digan que no.
ResponderEliminarPooooooooo neeeeee loooooaaaaInieeesta la pu74 que-lopa-rióoooooooo!!!
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