Era un lunes, muy temprano y poca gente lo
esperaba en el Aeropuerto. La mayoría de los periodistas estaban cubriendo la
pretemporada de los equipos en Brasil que estaba terminando porque el sábado
se jugaba la primera fecha del campeonato.
Creo que ni siquiera había fanáticos, era inverno, hacía frío, había
neblina y no es fácil ni seguro acceder
de madrugada a Ezeiza.
Lo vi llegar al Hall luego de 2 horas de espera, sin nada en las manos.
Lo vi llegar al Hall luego de 2 horas de espera, sin nada en las manos.
Me hizo acordar a los
grandes pioneros del Jazz, a Charlie Parker, que en sus peores y más geniales
momentos se movía de club en club sin nada más que su arte, para tocar con
algún saxo que le prestaran, porque el de él lo había empeñado.
Siempre digo
que eso es Iniesta para mí, el último artista, me dirán que Messi, que Cristiano
Ronaldo, pero nadie puede ser artista si corre tan rápido como Speedy González
o mide más de un metro ochenta. Artista es el que resuelve ante la dificultad,
el que salta una valla, artista era Iniesta.
A lo lejos parecía triste, nervioso. Se
puso contento al verme, pero la sonrisa le duro 1 o 2 segundos, rápidamente me
dijo derrotado “Perdieron mi maleta”.
“¿Cómo que perdieron tu maleta?” contesté
con ese tono que ponen las madres cuando hacen preguntas retoricas, que más que
preguntas son reproches.
“Si, y tenía mis botines”, “Bueno, te podemos
conseguir otros, no te preocupes”, “Si, eso no me preocupa tanto, pero ahí tenía
mis plantillas”.
Enseguida me explico que necesitaba esas
plantillas porque tenía el pie plano, pero no cualquier pie plano, aparentemente su
“planes” era muy rara (1 en 1000 millones le había dicho el médico), al igual
que sus plantillas, que evitaban que le doliera cada vez que corría.
Sonreí un poco, no solo era Charlie
Parker sin el saxo, era Charlie Parker sin el saxo y con neumonía, era una
figura tan romántica que parecía un cliché, un exceso narrativo de Dios.
Yo tenía que cuidarlo. Ni bien se confirmó su
pase Iniesta me pidió que le ayudase a buscar alojamiento. Vi algunos
departamentos por distintas zonas. Al principio pensé que lo mejor era tenerlo
cerca para ayudarlo a aclimatarse, para reforzar la relación y
también, lo confieso, la dependencia, pero yo vivía en medio de la jungla y él
no era precisamente un León. Yo sabía que estando en pleno Palermo Hollywood, aunque evitara la
noche, un día iba a bajar tarde a comprar chicles o una gaseosa e iba a pasar
por la puerta de algún bar y una de esas chicas con calzas y escote le iba a
preguntar si era Iniesta y él iba a decir que si, porque era Iniesta, y pronto
se iba a olvidar de los chicles y de la gaseosa. Si estas navegando en el barco
con Ulises alguna vez te cruzas con las Sirenas, y nadie le dice que no a las
Sirenas, ni siquiera Iniesta, mejor tenerlas lejos.
Me pareció que el barrio ideal para él
era San Telmo. El Soho de Buenos Aires. Nocturno, pero bohemio, intelectual.
Las chicas ahí usaban vestidos y no calzas, y tenían anteojos grandes y el pelo
batido y castaño y no tan rubio y planchado y evitaban el sexo en la primera
cita (o no, pero usaban anticonceptivos), y tomaban cerveza y no champagne y
charlaban en la mesa de algún bar y no en los sillones de un reservado.
Las
chicas allí eran como yo me imaginaba que eran las chicas que le gustaban a
Iniesta.
San Telmo además era el barrio más
Español de todo Argentina, un país que ya de por si es bastante español. Caminando
por Defensa, por Avenida de Mayo, uno se siente un poco en Madrid. Mucha vereda
angosta, mucho empedrado, muchos edificios de 3 o 4 pisos que se vienen encima
con fachadas idénticas a la de la capital europea.
Iniesta iba a estar cómodo en San Telmo,
iba a sentirse como en casa.
El problema es que no quería alquilarle
un departamento muy viejo. Los departamentos viejos tienen muchos inconvenientes,
uno tiene que contratar plomeros, pintores, electricistas, gente difícil de
tratar en cualquier lugar del mundo y más en Buenos Aires.
Por suerte pude conseguirle el último
departamento libre que había en el único edificio nuevo de San Telmo, La Torre.
No fue fácil, todo el mundo quería vivir en La Torre, tuve que recurrir a varios
contactos importantes y así y todo no había resultado barato.
La Torre estaba emplazada en el medio del
barrio, se distinguía de todo el resto por tamaño, estilo y antigüedad.
La Torre era enorme, una ciudad en sí
misma. Adentro de la Torre Iniesta iba a tener todo lo que precisaba: Pileta,
Solarium, Laundry, Gimnasio, Cine, Jacuzzi, Restaurant, Café, Bar, Mini Mercado,
Internet, Cable y Seguridad las 24 horas. Todo estaba allí dentro y si no lo
encontraba y necesitaba algo, cualquier cosa, solo tenía que levantar el
teléfono y en 5 min lo tendría en la puerta de la casa. Los comerciantes de la zona solían darles
prioridad absoluta a los habitantes de La Torre, querían tenerlos como clientes, por sus
consumos exorbitantes y sus generosas propinas. Los trataban como Reyes.
San Telmo era un Barrio Bohemio, Liberal, Democrático y sin embargo la Torre era como su Castillo, ahí vivía su realeza.
Me parecía ideal para Andrés, esperaba
que él me lo agradeciera.
Estuvimos unos minutos parados frente a
frente, mirándonos las caras sin decir nada.
Iniesta no se resignaba a dar por pérdida su
maleta, sus plantillas, pero tampoco sabía que hacer para recuperarla. Yo quería
marcharme de allí, quería ayudarlo a instalarse en La Torre e ir a desayunar a
McDonall’s (No me acordaba hasta que hora servían el desayuno), quería que aceptara
la pérdida, pero no me animaba a proponérselo, porque a él parecía importale.
Al final él dijo “Y bueno, no creo que
aparezca”, yo suspiré aliviado y fuimos por un taxi.
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